Un día… ante un espejo, nos damos cuenta que existimos. Este nuevo conocimiento llega a nosotros acompañado de una sensación en la
boca del estomago. En ese preciso momento algo muere para nacer otra cosa
distinta.
Es un momento muy especial en nuestras vidas. Por fin llegamos al punto en que nos reconocemos a nosotros mismos. A partir de ese
momento, “somos”. La imagen que se refleja en el espejo es muy parecida a la
infinidad de criaturas que percibimos “viviendo” como humanidad, al mismo
tiempo. En ese momento, nos damos cuenta que poseemos “algo” que compartimos
con el resto de nuestros semejantes. Tenemos una identidad que nos hace ser
especiales, pero al mismo tiempo, intuimos “algo más” que nos identifica a
todos como un solo grupo.
Una dualidad que surge de la conciencia recién
adquirida, nos hace entender que somos uno y todos al mismo tiempo. Todas las preguntas se abren paso después de
ese instante maravilloso. El concepto de Dios llega a nosotros de una manera
arrolladora, ¿Cómo es posible, que existamos, que poseamos un cuerpo, que
tengamos una mente, que nuestro pensamiento nos lleve en un instante a
lugares ignotos, que seamos capaces de
percibir un gran número de sensaciones que van de lo dulce a lo amargo
y que llamamos sentimientos... En fin, tantos dones y tantas herramientas que
podemos llamar nuestras, no están ahí, salidas de la nada.
Es obvio que detrás de todo esto hay una inteligencia
portentosa, una sabiduría acumulada de millones de años, y que por desconocer a
sus autores, llamamos Dios.
Pues bien, ya hemos aceptado que poseemos un cuerpo físico tan perfecto, que no
sabemos qué le pueda faltar. Son miles los prodigios que puede realizar el
cuerpo humano, pero aún más allá de la
potencialidad física
que disponemos, existen ciertas
conexiones supra-físicas
que nos conectan con
esa maravillosa entidad que le da vida y energía a la asombrosa maquina biológica. Esta entidad que tiene memoria, que posee la capacidad de
experimentar, que funciona como un vinculo entre el mundo físico y el
metafísico, es aún mas asombrosa que nuestro cuerpo, y es capaz de realizar
hazañas más sorprendentes; a esta entidad le llamamos alma. El alma jamás
descansa. Todo el tiempo desde su creación, pasando por miles de encarnaciones hasta el término de su plan de existencia, en el momento que
vuelve a ser uno con su padre-madre absoluto, está en constante actividad.
En realidad, a pesar de la intimidad acostumbrada que nos da cada una de las
vidas, en las que tenemos la oportunidad de experimentar, poco sabemos de nuestros
cuerpos y los hemos subestimado todo el tiempo. En ocasiones los sentimos más
como un lastre que como una herramienta. Regularmente es poco el respeto que
les tenemos, y constantemente los exponemos a múltiples peligros. Algún día,
dentro de nuestra larga cadena de reencarnaciones, vamos a aprender a darle a
nuestro cuerpo la importancia que tiene. Algún día el alma y el cuerpo verdaderamente van a vibrar en la misma frecuencia.
Mucho se ha escrito acerca del momento, en que el alma
toma posesión del cuerpo denso. Diversos autores coinciden en que el alma
dispone del cuerpo desde el momento de su concepción, pero que durante los
primeros seis meses, entra y sale de éste por causas hasta
ahora desconocidas, como si se tratase de un periodo de acomodamiento. Son en
estos momentos, diseminados a lo largo de 180 días, donde el nuevo cuerpo se va
amoldando a convertirse en un ser pensante, que incluso esporádicamente, es
capaz de mantener una comunicación con su madre a través del pensamiento. Según
estos autores, desde el sexto mes de
concebido hasta el momento de su nacimiento, el alma habita en el pequeño cuerpo definitivamente.
En el momento del alumbramiento sucede algo muy asombroso, parece ser que el
alma del recién nacido, aprovecha este momento para “olvidar” las experiencias adquiridas
previamente, y reiniciar una nueva vida
sin más memoria que lo que la madre, y posteriormente su contexto, le van transmitiendo.
De aquí en adelante, el alma apoyada en las herramientas
que le da su cuerpo actual, iniciará una nueva aventura, donde tendrá la
oportunidad de vivir nuevas experiencias, así como resarcir antiguos errores, y
completar ciclos que se dejaron truncos. En teoría el alma olvida, pero en la
practica de vivir, constantemente a lo largo de nuestras vidas, siempre estamos
recordando. Ya sea al contemplar un objeto, un edificio, un paisaje, un retrato
de alguna persona, etc., o al escuchar un sonido, una música, algún olor
familiar, el roce con alguna persona, en fin, hasta en la degustación de algún alimento, son todas pistas de pequeños
recuerdos de vidas anteriores. Incluso, esto puede detonar un recuerdo mayor, como por ejemplo, contemplar por pocos
instantes imágenes vívidas con lugares y personajes con los cuales
nos reconocemos, así como los
sonidos, los olores... en fin, escenas que duran instantes pero que en nosotros se
transforman en experiencias muy completas.
Lo mismo sucede, cuando estamos a punto de cometer un
error, que ya hemos cometido en vidas anteriores, algo en nosotros nos avisa de
alguna manera, que estamos repitiendo una acción que nos va a traer
consecuencias funestas. Todos lo hemos sentido, pero en la mayoría de nosotros
pueden más los egos que las advertencias de nuestra conciencia.
He aquí una de las justificaciones del eterno retorno. Por alguna razón que desconocemos, a veces es importante para nuestra alma repetir los mismos errores, hasta que por alguna causa queda marcada en
nuestra conciencia la enseñanza buscada. En otras, experimenta el error con
distintas variantes, obteniendo distintos resultados, para una vez cumplida la
misión, iniciar otra de distinta envergadura.
Nuestra alma es como un artefacto de almacenamiento,
donde a través de las innumerables vidas que experimenta, termina alguna vez
por llenar. En esa ocasión al cumplir su meta, regresa al punto donde se
originó para entregar su cometido y transformarse en otra entidad mas excelsa y
preparada para ejercer actividades en mundos superiores.
Decíamos anteriormente, que el alma es un vinculo entre
dos mundos, así como poseemos cuerpo y alma, también estamos impelidos por el
espíritu de Dios. Es más, en algún lugar dentro de nosotros mismos, no en el
cuerpo físico, sino más adentro, después de pasar por todos los cuerpo sutiles
que poseemos, podemos encontrar a tan grandiosa entidad: El espíritu.
Hablar del espíritu, es algo muy difícil. Sólo la
intuición nos puede dar respuestas. Las descripciones de diversos autores resultan pobres, y las palabras son insuficientes para describir conceptos
relacionados con el espíritu, porque hablar o escribir acerca del espíritu es
hablar y escribir acerca de Dios.
Son ámbitos muy poco conocidos. Sabemos, sin embargo, que
cuando el alma pasa a formar parte de una élite de seres espirituales, estos
están conformados por diversos grados de sabiduría, donde la bondad, la
comprensión, el amor, y una enorme cantidad de sentimientos de alta
vibración, llegan a un grado extremo de perfección. Estas élites conforman una
organización muy compleja dentro de la cual, dichos seres espirituales continúan en eterna evolución a través de diversas esferas de conciencia, que llamamos
mundos superiores o dimensiones
existenciales, y cuyas tareas desconocemos, pero que intuimos que son tareas
relacionadas tanto con las humanidades vivientes y mundos de tercera dimensión -que podemos insertar en un universo físico y cambiante-, como en tareas con
entidades del mundo espiritual, con mundos de elevadas conciencias insertadas en
universos que no conocemos, pero que de alguna manera se relacionan entre sí.
Nuestro planeta es un mundo de tercera dimensión, y
todos los mundos en esta posición son escuelas de experimentación. Aquí las
almas aprenden rápido y bien, aquí estamos llenos de oportunidades para conocer
la obra de Dios y practicar todo aquello que en un momento dado son necesidades
del plan divino. Tanto más difíciles son nuestras vidas, y tanto más dolor y
sufrimiento escarmentemos, mas rápida será la enseñanza buscada y más pronta la
recompensa obtenida.
Digamos, que en ocasiones, cuando el alma presiente que ha quedado rezagada respecto a sus propios fines, escoge vivir dificultosamente
alguna vida o una parte de ella para resarcir el tiempo perdido o elevar la
calidad de las enseñanzas experimentadas.
En esas circunstancias, alguna institución de los mundos
espirituales, tiene por tarea acompañar, y en ocasiones compensar, tales
sufrimientos con situaciones que hacen que el alma tenga la fuerza suficiente
para terminar su cometido.
Nunca estamos solos, existen muchos seres espirituales alrededor nuestro, algunos involucrados directamente con el alma en cuestión, y
otros meramente como observadores con distintos fines.
Existen posibilidades de que, por alguna necesidad, ya sea
programada o momentánea, algún ser espiritual se ponga en contacto directo con
nuestra alma, y si el cuerpo en ese momento vibra al unisonó con ella por
alguna circunstancia, digamos un momento de arrobamiento, un chispazo de
conciencia, un don o una experiencia fortuita, podremos verlo, escucharlo, o
ambas cosas, personalmente.
Resulta una experiencia sublime, en razón de muchas
personas que han plasmado dichos encuentros, o de aquellas con misiones
especiales que han sido bendecidas con dones, que hacen posible una
comunicación continuada con estos seres. De todas formas ya sea a través de una
comunicación directa, o indirecta, que es la más común, los seres
espirituales siempre están con nosotros y siempre estamos bajo su influencia.
Queridos nietos, mucho se puede hablar de los espíritus, pero es importante señalar que los espíritus poco o casi nada tienen que ver con
fantasmas o entidades del bajo astral. Estas entidades son cuerpos descarnados
que por razones diversas han quedado atrapados en los umbrales de la muerte.
Toda alma, al separarse del cuerpo que le dio abrigo durante muchos años,
requiere de algunos días (tres, según algunos autores) para darse cuenta que
el cuerpo ha muerto y pueda recobrar la conciencia adquirida hasta entonces. Pero existen almas que requieren de más tiempo para hacer, o
influir en que se haga tal o cual cosa, antes de salir del umbral de la muerte y
encaminarse hacia esferas más sutiles.
Pues bien, determinadas almas rechazan ese paso, rebelándose ante distintas circunstancias, o simplemente como forma de experimentación, y permanecen en el umbral que algunas religiones conocen como limbo, y desde ahí aprenden a influir en el ánimo de personas, tanto vivas como muertas, para lograr sus fines. Algunas de ellas han pasado tanto tiempo en dicho umbral, que siguiendo la ley de evolución, han aprendido a manejar ciertas energías, con las que incluso, pueden manifestarse en el mundo físico a través de alguno de sus cuerpos sutiles. Dichas almas, como dije, pueden permanecer mucho tiempo ahí, pero finalmente terminarán por cruzar dicho umbral por si mismas, o con la ayuda de alguien más.
Pues bien, determinadas almas rechazan ese paso, rebelándose ante distintas circunstancias, o simplemente como forma de experimentación, y permanecen en el umbral que algunas religiones conocen como limbo, y desde ahí aprenden a influir en el ánimo de personas, tanto vivas como muertas, para lograr sus fines. Algunas de ellas han pasado tanto tiempo en dicho umbral, que siguiendo la ley de evolución, han aprendido a manejar ciertas energías, con las que incluso, pueden manifestarse en el mundo físico a través de alguno de sus cuerpos sutiles. Dichas almas, como dije, pueden permanecer mucho tiempo ahí, pero finalmente terminarán por cruzar dicho umbral por si mismas, o con la ayuda de alguien más.
Entonces espero, queridos nietos, que distingan la enorme
diferencia entre los seres espirituales y los del bajo astral, creo que este
tema no está concluido y en otra ocasión lo continuaremos.